Saludo

Bienvenidos al blog de la Ilustre Cofradía de la Humildad de Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora de los Dolores del Rosario. Pretendemos que este medio sea un canal de comunicación entre todos los hermanos y devotos de esta cofradía, y cofrades de nuestra ciudad en general, sin olvidar a todas aquellas personas que se encuentran fuera de Baeza y se interesan, día a día, por todo lo que acontece en nuestra ciudad. Desde aquí os animamos a participar, aportando artículos, opiniones, sugerencias ó lo que estiméis oportuno, a la dirección del blog.

A todos un afectuoso saludo.


Tarde de Jueves Santo en Baeza

Tarde de Jueves Santo en Baeza
Foto: F.J. Salido

martes, 22 de agosto de 2017

Santa María Reina

Bienaventurada Virgen María, Reina del cielo y Madre de Misericordia,  22 de agosto.


Celebramos hoy a María, la Madre de Jesucristo y Madre nuestra, glorificada por el Padre como Reina junto a su Hijo. Aunque el título de Reina se atribuye a María desde antiguo -recuérdese la Salve Regina, el Regina coeli o las letanías lauretanas- su fiesta fue instituida por Pío XII en 1954. 


Desde el año siguiente, la Iglesia la celebraba el 31 de mayo, como coronación del mes mariano, mientras la Familia Franciscana, por especial concesión Pontificia, la celebraba, con Misa y Oficio propios y bajo el título de «María Virgen, Reina de la Orden de los Menores», el 15 de diciembre, octava de la Inmaculada. 

En la última reforma litúrgica, la celebración se ha trasladado al 22 de agosto, octava de la Asunción, para subrayar el vínculo de la realeza de María con su participación especial en la obra de la redención y en el misterio de la Asunción. 

Dice el Concilio Vaticano II en su Constitución Dogmática: «María fue asunta a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemeje de forma más plena a su Hijo».

Reina del mundo y de la paz
De las homilías de San Amadeo de Lausana, Obispo
Homilía 7: SC 72, 188. 192. 200

Observa cuán adecuadamente brilló por toda la tierra, ya antes de la asunción, el admirable nombre de María y se difundió por todas partes su ilustre fama, antes de que fuera ensalzada su majestad sobre los cielos. Convenía en efecto, que la Madre virgen, por el honor debido a su Hijo, reinase primero en la tierra y, así, penetrara luego gloriosa en el cielo; convenía que fuera engrandecida aquí abajo, para penetrar luego, llena de santidad, en las mansiones celestiales, yendo de virtud en virtud y de gloria en gloria por obra del Espíritu del Señor.

Así pues, durante su vida mortal, gustaba anticipadamente las primicias del reino futuro, ya sea elevándose hasta Dios con inefable sublimidad, como también descendiendo hacia sus prójimos con indescriptible caridad. Los ángeles la servían, los hombres le tributaban su veneración. Gabriel y los ángeles la asistían con sus servicios; también los apóstoles cuidaban de ella, especialmente san Juan, gozoso de que el Señor, en la cruz, le hubiese encomendado su Madre virgen, a él, también virgen. 

Aquéllos se alegraban de contemplar a su Reina, éstos a su Señora, y unos y otros se esforzaban en complacerla con sentimientos de piedad y devoción.

Y ella, situada en la altísima cumbre de sus virtudes, inundada como estaba por el mar inagotable de los carismas divinos, derramaba en abundancia sobre el pueblo creyente y sediento el abismo de sus gracias, que superaban a las de cualquiera otra criatura. Daba la salud los cuerpos y el remedio para las almas, dotada como estaba del poder de resucitar de la muerte corporal y espiritual. Nadie se apartó jamás triste o deprimido de su lado, o ignorante de los misterios celestiales. Todos volvían contentos a sus casas, habiendo alcanzado por la Madre del Señor lo que deseaban.

Plena hasta rebosar de tan grandes bienes, la Esposa, Madre del Esposo único, suave y agradable, llena de delicias, como una fuente de los jardines espirituales, como un pozo de agua viva y vivificante, que mana con fuerza del Líbano divino, desde el monte de Sión hasta las naciones extranjeras, hacía derivar ríos de paz y torrentes de gracia celestial. Por esto, cuando la Virgen de las vírgenes fue llevada al cielo por el que era su Dios y su Hijo, el Rey de reyes, en medio de la alegría y exultación de los ángeles y arcángeles y de la aclamación de todos los bienaventurados, entonces se cumplió la profecía del Salmista, que decía al Señor: De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.



Reflexión del Papa Francisco

María se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento que acoge las palabras del Ángel y dice: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".

Este "hágase en mí" no es sólo aceptación, sino también apertura al futuro: es esperanza. Este "hágase en mí" es esperanza.

María es Madre de esperanza.

María no sabía cómo podía ser madre, pero se confió totalmente al misterio que iba a cumplirse, y se ha convertido en la mujer de la espera y de la esperanza.

María es consciente de cómo la misión y la identidad de aquel Hijo, que se hizo Maestro y Mesías, supera su ser madre y al mismo tiempo puede generar temor, así como las palabras de Simeón y su profecía de dolor. Y sin embargo, ante todas estas dificultades y sorpresas del plan de Dios, la esperanza de la Virgen nunca flaquea.

Esto nos dice que la esperanza se nutre de la escucha, la contemplación, la paciencia, para que los tiempos del Señor maduren.

Incluso cuando María se convierte en la dolorosa al pie de la cruz, su esperanza no cede, sino que la sostiene en la espera vigilante de un misterio, mayor del dolor que está por cumplirse.

Todo parece realmente acabado; cualquier esperanza podría decirse apagada. También ella, en ese momento, podría haber dicho, si no hubiera recordado las promesas de la Anunciación: "Esto no es cierto. He sido engañada". Y no lo hizo.

María creyó. Su fe le ha hecho esperar con esperanza en el futuro de Dios. Una esperanza que hoy el hombre no logra tener.

Muchas veces pienso: "¿Sabemos esperar el mañana de Dios, o queremos el hoy, el hoy, el hoy?". El futuro de Dios es para ella el amanecer de aquel día, el primero de la semana. Nos hará bien pensar en la contemplación, en el abrazo del hijo con la madre.

[...] María es, pues, el testimonio sólido de la esperanza presente en cada momento de la historia de la salvación. Ella, la madre de la esperanza, nos sostiene en los momentos de oscuridad, de dificultad, de desaliento, de derrota aparente, en las verdaderas derrotas humanas.

Que María, nuestra esperanza, nos ayude a hacer de nuestra vida una ofrenda grata al Padre Celestial, un regalo alegre para nuestros hermanos, una actitud que siempre mire hacia el futuro. (Mensaje a las monjas benedictinas camaldulenses del Aventino de Roma, 22 de noviembre de 2013)


Fiesta de María, Reina del Universo: María nos sostiene en los momentos de oscuridad, de dificultad, de derrota aparente.

Evangelio según San Lucas 1,26-38

En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dio. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?" El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó" Palabra del Señor.



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